Día de la Tierra: agricultura regenerativa para salvar nuestros suelos
El 22 de abril se celebra el Día de la Tierra. Y, ¿por qué conmemoramos este día? Aunque nuestra tierra nos da todo, ¿cuántas veces durante el día nos paramos a pensar en ella y en lo que nos proporciona? E incluso, aún más importante, ¿en lo que necesita?
El suelo y el cambio climático
Como cualquier otro organismo, la tierra requiere de ciertos nutrientes y minerales para ser saludable, como el nitrógeno o el fósforo. Pero, ¿por qué nos importa tanto tener un suelo fértil? Porque un suelo rico además de proporcionarnos los nutrientes que necesitamos para nuestra salud, también combate contra los efectos del cambio climático.
Según la FAO, “los primeros 30 cm del suelo contienen aproximadamente el doble de carbono que toda la atmósfera.” Después de los océanos, el suelo es el segundo mayor sumidero natural de carbono, superando hasta la capacidad de los bosques para capturar dióxido de carbono en la atmósfera.
Sin embargo, es justo el cambio climático, en adición a otros factores como la agricultura comercial, que está causando daño en los suelos. Temperaturas promedias más elevadas, menos lluvia anual, y prácticas agrícolas industrializadas están despojando a la tierra de sus nutrientes, haciendo el suelo menos fértil.
Aunque la degradación de la tierra es un fenómeno que ha venido ocurriendo a lo largo de la historia, según las Naciones Unidas, hoy en día la tasa histórica de este proceso ha aumentado en un 30-35%. Un suelo degradado pierde su habilidad para producir comida y, la comida de que es capaz de producir, le falta nutrientes esenciales. También pierde su habilidad para retener agua, disminuyendo el nivel de agua subterráneo y aumentando el riesgo de erosión.
La desertificación
Esta degradación se constituye en un proceso denominado “la desertificación”, que ocurre especialmente en lugares donde el suelo es semiárido. Según National Geographic, casi un 40% de la superficie terrestre del mundo está clasificada como tierra semiárida. Es decir, casi un 40% de nuestro suelo está en riesgo de sufrir los efectos de la desertificación.
Actualmente un 75% del suelo ya está degradado y un 90% lo estará para 2050. Es decir, hoy en día, alrededor de 2 billones de personas viven en tierra semiárida y se estima que para 2030 la desertificación podría desplazar a casi 50 millones de personas. Anualmente, casi un área de la mitad del tamaño de la Unión Europea entera se degrada, y uno de los lugares más afectados es el continente africano.
Mozambique, en particular, es uno de los países más vulnerables al cambio climático. Desde 1960 viene enfrentándose a un aumento de fenómenos climáticos que están afectando a sus suelos. El ejemplo más claro: largos periodos de sequía que aumentan la escasez de agua. El 70% de la población de Mozambique vive de la agricultura, aportando tan solo un 23% al PIB del país. Por lo tanto, una mayor desertificación provocará más hambre, pondrá en riesgo de salud a más personas, y aumentará la pobreza de un país que ya lucha contra dichas desigualdades.
La agricultura industrializada
La agricultura industrial hoy en día es una de las formas de agricultura más populares en los países más desarrollados del mundo. Gracias a la “Revolución Verde”, además de la introducción de fertilizantes, pesticidas, híbridos de alto rendimiento, y la práctica de monocultivo, entre 1960 y 2015 la producción de la agricultura industrial se triplicó.
A pesar de este incremento de producción, según la UNEP, la agricultura industrializada cuesta anualmente casi 3 trillones de dólares en daños.
Además, son varias y graves las consecuencias que conlleva la práctica de este tipo de agricultura. Por un lado, la agricultura industrial produce grandes cantidades de gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático. Contamina tanto la tierra como el agua, destruyendo los ecosistemas y la fauna silvestre.
Por otro lado, la agricultura industrial facilita la transmisión de enfermedades entre animales y humanos, produce comida menos nutritiva, aumenta la resistencia antimicrobiana y afianza la desigualdad.
La agricultura regenerativa
Debido a todas estas consecuencias, hoy en día es de gran importancia promover y apostar por soluciones eficaces que reduzcan la contaminación por carbono en los suelos. Y un claro ejemplo sería apostar por la agricultura regenerativa.
Aparte de secuestrar dióxido de carbono, la agricultura regenerativa mantiene el suelo rico en nutrientes y capaz de producir alimentos saludables además de filtrar y retener agua.
Este tipo de agricultura se enfoca en enriquecer los suelos de forma natural a través de diversas prácticas agrícolas como pueden ser el mantillo orgánico, la rotación de cultivos, la siembra de cultivos mixtos, o el barbecho, entre otros.
Es por ello que en Azada Verde implementamos junto a las comunidades rurales la agricultura regenerativa en cada una de las parcelas familiares con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las familias beneficiarias, además de garantizarles una alimentación variada y saludable durante todo el año.
De esta manera, trabajamos para erradicar el hambre y la pobreza a través de soluciones sostenibles que luchen contra el cambio climático.
En este Día de la Tierra, súmate a Azada Verde y apuesta por la agricultura que lucha contra el cambio climático y mejora la vida de cientos de personas.
Escrito por Shannon Leigh O’Brien