5 razones por las que el hambre es femenina (y qué se puede hacer al respecto)

El 8 de marzo, numerosos países alrededor del mundo celebran el Día Internacional de la Mujer. Sin embargo, a pesar de que se han logrado grandes avances con respecto a los derechos de las mujeres desde que las Naciones Unidas estableció este día por primera vez en 1975, aún queda mucho por hacer.

Teniendo en cuenta factores tales como la violencia de género y la desigualdad salarial, en 2023 ningún país ha conseguido alcanzar la igualdad de género real.

Azada Verde desea homenajear todos los avances realizados hasta el momento, y a todas las personas que lucharon por dichos avances, además de reconocer el trabajo que queda por hacer.

Una de estas áreas se relaciona con un tema cercano a nuestro corazón: lo del “género del hambre”. Hoy, en honor al 8 de marzo, te invitamos a unirte a nosotros para explorar 5 razones por las que las mujeres sufren más hambre y pobreza que los hombres, y descubras qué se puede hacer al respecto.

1. Normas culturales sexistas, especialmente con respecto a los roles de las mujeres en el hogar.

En casi todos los países del mundo, el “rol” de la mujer todavía se considera ligado al de la maternidad, e indisolublemente ligado a la idea de “familia”. Esta conexión continúa generando diferencias de género, especialmente dentro de los hogares.

Por ejemplo, las mujeres invierten, en promedio, el 90 % de sus ingresos en sus familias, mientras que los hombres tienden a invertir solo entre el 30 y el 40 %. Según la revista Time, las mujeres también hacen entre el 85 y el 90 % de las tareas de cocina y de compras.

Sin embargo, irónicamente, a pesar de su conexión con la producción de alimentos y la inversión familiar, según Concern USA, en casi ⅔ de los países del mundo, las mujeres tienen más probabilidades de pasar hambre que los hombres.

Muchas costumbres aún dictan que la mujer debe ser la última en comer, después de que todos los miembros masculinos de la casa y los niños hayan sido alimentados. A veces, las madres “voluntariamente” (muchas veces debido a roles de género internalizados) eligen comer menos para que sus hijos y esposos coman lo suficiente (especialmente cuando la comida escasea).

2. Leyes discriminatorias

Además, aunque en los países de ingresos bajos y medianos las mujeres son responsables del 60-80 % de la producción de alimentos (y la mitad a nivel mundial), poseen menos del 10 % de esta tierra cultivable. Por lo tanto, las mujeres realizan la mayor parte del trabajo agrícola, pero casi no tienen acceso legal a la tierra en la que trabajan.

Además, en promedio, las mujeres tienen un 25% menos de protección legal en su ámbito laboral que los hombres. Esta protección va desde leyes relacionadas con prohibiciones en el empleo hasta acoso sexual en el lugar de trabajo. Y obviamente estas repercusiones legales afectan claramente a la capacidad de una mujer para poder alimentarse.

3. Las mujeres tienen más probabilidades de vivir en la pobreza extrema y sufrir durante los conflictos.

Incluso en países más “igualitarios”, según el World Food Program, en promedio, las mujeres solo ganan aproximadamente 77 centavos por cada dólar que ganan los hombres. Entonces, no solo tienen menos protección laboral, sino que también tienen menos acceso a los recursos económicos, los cuales al final tienden a invertirlos en sus familias.

Además, durante los conflictos (un problema creciente debido al cambio climático y al entorno geopolítico actual) las mujeres tienden a sufrir una mayor inseguridad alimentaria y económica. A menudo quedan como cabezas de familia cuando sus parejas son asesinadas o se van a luchar, perdiendo el ingreso de sus parejas (a veces el único de la familia) además de enfrentar todos los demás desafíos de género que surgen durante el conflicto (como el temor por la seguridad, el aumento de la violencia, el intercambio de favores sexuales por recursos como alimentos, etc.).

4. Los hombres tienden a recibir más recursos.

En las sociedades donde existen normas sexistas, los niños varones también tienden asistir más a la escuela, mientras que las niñas tienden a ser descuidadas con mayor frecuencia, se les niega el acceso a la educación o la atención médica, o reciben alimentos de menor calidad que sus contrapartes masculinas.

Según Concern USA, el 60% de las personas que experimentan inseguridad alimentaria son mujeres y niñas, y 150 millones más de mujeres pasaron hambre en 2021 en comparación con los hombres.

5. Falta de comprensión en temas relacionados con la salud de la mujer.

Y, en 2019, casi el 30 % de las mujeres en edad reproductiva tenían deficiencias de hierro (anemia) relacionadas con la dieta, un problema que puede causar daño a los órganos en el futuro si no se trata.

Parte de esto también se debe a normas sexistas, especialmente en lo que respecta al consumo de carne. En promedio, aunque las mujeres (especialmente en ciertos períodos de sus vidas) en realidad necesitan más alimentos ricos en nutrientes que sus contrapartes masculinas (como durante la menstruación, el embarazo o la lactancia), globalmente los hombres tienden a comer más carne que las mujeres.

En parte, esto se debe al papel de las mujeres en comer al final, así como a las ideas sobre la masculinidad vinculadas al consumo de carne.

Por último, el acceso a la salud pública, especialmente durante el embarazo y la lactancia, también se ve afectado por el género y puede tener efectos devastadores no solo para la madre sino también para los niños (lo que resulta en problemas de por vida para el niño que aún no ha nacido).

Entonces, la pregunta que cabe hacerse es, ¿Qué se puede hacer al respecto? Desde Azada Verde señalamos tres formas en que podemos combatir el hambre femenina a continuación:

#1. Educar a mujeres y niñas.

Según la UNESCO, el salario que un mujer puede llegar a ganar en su vida es un 20% más alto por cada año de escuela primaria que completa. Esto aumenta al 25% por cada año de secundaria completado. La educación aumenta el poder adquisitivo de la mujer, brindándole más recursos económicos para invertir en ella, su familia y sus hijas.

#2. Invertir en mujeres agricultoras.

Según la revista Time, las semillas, los fertilizantes de origen local, las energías limpias y el conocimiento para convertirse en agricultoras climáticamente inteligentes son cuatro formas clave en que las agricultoras pueden volverse más resilientes y seguras desde el punto de vista alimentario.

#3. Combatir las normas sexistas, especialmente en lo que respecta al trabajo invisible.

El Economic World Forum muestra que de las 7 horas promedio que trabajan los hombres al día, reciben una compensación pagada por 6 de esas horas. En comparación, de las 7.5 horas que las mujeres en promedio trabajan en un día, solo reciben compensación económica por 3 de esas horas.

La igualdad de género debe alcanzarse en todos los niveles para abordar el hambre de las mujeres, especialmente en lo que respecta al trabajo remunerado y los roles de género dentro del hogar.

Este 8 de marzo, día de la mujer, apoya el trabajo de Azada Verde en Mozambique y ayúdanos a garantizar la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Puedes colaborar haciendo clic AQUÍ.

Autora: Shannon Leigh O’Brien