Cuidando el tesoro del suelo: Manejo de la fertilidad en la permacultura.
En La permacultura, el suelo es considerado un recurso invaluable y fundamental para el éxito de un sistema sostenible. La fertilidad del suelo es clave para el crecimiento saludable de las plantas y la productividad a largo plazo.
En este post, exploraremos cómo se maneja la fertilidad del suelo en la permacultura, utilizando prácticas que promueven la salud del suelo y reducen la dependencia de fertilizantes químicos.
1. Compostaje.
El compostaje es una práctica esencial en la permacultura para mejorar la fertilidad del suelo. Consiste en descomponer materiales orgánicos, como restos de cocina, hojas, ramas y estiércol, para obtener un producto final rico en nutrientes y materia orgánica.
El compost aporta nutrientes esenciales, mejora la estructura del suelo y promueve la actividad de microorganismos beneficiosos. Al incorporar regularmente el compost al suelo, se incrementa su capacidad de retención de agua, se estimula el crecimiento de las raíces y se fomenta la biodiversidad microbiana.
2. Acumulación de materia orgánica.
Además del compostaje, la permacultura fomenta la acumulación de materia orgánica en el suelo. Esto se logra mediante la incorporación de residuos vegetales en el suelo, como hojas caídas, paja, recortes de plantas y restos de cosechas.
La materia orgánica en descomposición mejora la estructura del suelo, aumenta su capacidad de retención de agua y nutrientes, y alimenta a los microorganismos beneficiosos.
Al mantener una capa de acolchado orgánico en la superficie del suelo, se reduce la evaporación y se previene la erosión, creando un ambiente propicio para la vida del suelo.
3. Cultivos de cobertura.
Los cultivos de cobertura son plantas que se cultivan específicamente para mejorar la fertilidad del suelo. Estas plantas, como las leguminosas, tienen la capacidad de fijar nitrógeno atmosférico en el suelo a través de una simbiosis con bacterias especializadas en los nódulos de sus raíces.
El nitrógeno es un nutriente esencial para el crecimiento de las plantas, y los cultivos de cobertura ayudan a enriquecer el suelo con este elemento de forma natural. Además, los cultivos de cobertura protegen el suelo de la erosión, mejoran la estructura del suelo y atraen polinizadores beneficiosos.
4. Rotación de cultivos.
La rotación de cultivos es una práctica común en la permacultura que contribuye a mantener la fertilidad del suelo y prevenir la acumulación de plagas y enfermedades. Al rotar los cultivos en una secuencia planificada, se evita el agotamiento de nutrientes específicos y se rompe el ciclo de vida de las plagas y enfermedades que afectan a un cultivo en particular.
Por ejemplo, un año se puede cultivar una familia de plantas, como las solanáceas (tomates, pimientos, berenjenas), y al siguiente año se puede plantar una familia diferente, como las leguminosas (guisantes, habas, frijoles). Esto permite que el suelo se recupere y se mantenga equilibrado en nutrientes y organismos beneficiosos.
5. Agroforestería.
La agroforestería es una práctica que combina árboles, arbustos y cultivos herbáceos en un mismo sistema. Los árboles proporcionan múltiples beneficios, como la captura de carbono, la protección contra el viento, la sombra, la mejora de la estructura del suelo y la aportación de materia orgánica a través de la caída de hojas.
Al incorporar árboles y arbustos en un diseño permacultural, se promueve la fertilidad del suelo a largo plazo y se crea un ambiente más favorable para el crecimiento de los cultivos.
6. Biofertilizantes y preparados orgánicos.
En la permacultura, se utilizan diversos biofertilizantes y preparados orgánicos para enriquecer el suelo con nutrientes y microorganismos beneficiosos. Estos pueden incluir estiércol compostado, compost de lombrices, té de compost, extractos de plantas y microorganismos eficientes.
Estos productos naturales se aplican al suelo o se rocían sobre las plantas, proporcionando una fuente adicional de nutrientes y promoviendo la actividad microbiana en el suelo.
Los biofertilizantes y preparados orgánicos ayudan a fortalecer el equilibrio biológico del suelo y mejoran su capacidad para retener nutrientes.
7. Agricultura sin labranza.
La agricultura sin labranza, también conocida como agricultura de conservación, es una práctica que evita la perturbación del suelo mediante el arado o la labranza intensiva. En lugar de voltear el suelo, se utilizan técnicas como la siembra directa o la utilización de camas elevadas.
Este enfoque ayuda a preservar la estructura del suelo, evita la erosión y mantiene la vida microbiana intacta. Al no perturbar el suelo, se promueve la formación de agregados y la retención de humedad, lo que contribuye a la fertilidad y salud general del suelo.
8. Uso de abono verde.
Los cultivos de abono verde son plantas seleccionadas específicamente para ser incorporadas al suelo antes de que lleguen a su etapa de madurez completa. Estos cultivos, como el trébol, la alfalfa o la veza, tienen la capacidad de fijar nitrógeno del aire y acumular nutrientes en sus tejidos.
Al cortar y enterrar los cultivos de abono verde, se liberan los nutrientes almacenados en las plantas y se mejora la fertilidad del suelo. Además, los cultivos de abono verde también contribuyen a mejorar la estructura del suelo y a aumentar la materia orgánica disponible.
9. Mantenimiento de la vida del suelo.
En la permacultura, se valora y fomenta la vida del suelo, incluyendo la actividad microbiana, los insectos beneficiosos y las lombrices de tierra. Estos organismos desempeñan un papel crucial en la descomposición de materia orgánica, la liberación de nutrientes y la mejora de la estructura del suelo.
Para promover la vida del suelo, hay que evitar el uso de pesticidas y fertilizantes químicos que pueden dañar la microbiota del suelo. Lo ideal es centrarse en enfoques orgánicos que puedan proporcionar un hábitat adecuado para los organismos del suelo, manteniendo una cobertura vegetal, evitando la compactación del suelo y promoviendo la diversidad de plantas y cultivos.
10. Monitoreo y ajuste.
Finalmente, en la permacultura se pone énfasis en el monitoreo continuo del suelo y en realizar ajustes según sea necesario. Esto implica realizar pruebas periódicas de pH, análisis de nutrientes y observar los signos y síntomas de las plantas.
Basándonos en datos, se pueden realizar ajustes en la fertilidad del suelo, en la rotación de cultivos o en la incorporación de prácticas adicionales. El monitoreo constante permite mantener un equilibrio óptimo en la fertilidad del suelo y abordar cualquier problema a medida que surge.
En la permacultura, el manejo de la fertilidad del suelo se basa en enfoques holísticos y sostenibles. El uso de compostaje, acumulación de materia orgánica, cultivos de cobertura, rotación de cultivos, agroforestería, biofertilizantes, preparados orgánicos, agricultura sin labranza, cultivos de abono verde, mantenimiento de la vida del suelo y monitoreo y ajuste son algunas de las prácticas clave utilizadas para mantenerla.
Al implementar estas técnicas, se crea un suelo rico en nutrientes, estructuralmente saludable y lleno de vida microbiana, lo que a su vez contribuye a un sistema de cultivo sostenible, productivo y resiliente a largo plazo. La fertilidad del suelo es el fundamento de la permacultura, y cuidar este recurso invaluable es esencial para el éxito de cualquier proyecto permacultural.
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