La variante ómicron no es el virus de África
En cuanto los científicos sudafricanos alertaron de la existencia de una nueva variante del coronavirus, la variante ómicron, la respuesta de los países desarrollados fue anular las conexiones con Sudáfrica y sus vecinos. ¿Fue realmente justa y eficaz esta “política de prevención”?
Científicos y organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las Naciones Unidas (ONU), calificaron estas decisiones de selectivas, racistas y advirtieron de que serían ineficaces y contraproducentes. Cancelar los vuelos normalmente es una última opción, esta medida causa daños económicos y sociales y por ello no se impuso entre los demás países.
José Eduardo Agualusa (Angola) y Mia Couto (Mozambique), escritores muy conocidos, se preguntaron si hay ¿Dos pandemias? Manifiestan que no hay fronteras cerradas sino que la gente está cerrada lo que conlleva a economías, sociedades y caminos hacia el progreso cerrados.
A dos días de anunciar el descubrimiento, los científicos sudafricanos se encontraron sin el material necesario para seguir estudiando el comportamiento de la variante ómicron y aportar datos valiosos para la comunidad científica. Los vuelos que transportaban estas sustancias estaban restringidos.
Una vez más, expresan los escritores, la ciencia fue rehén de la política… el miedo nubló la razón… el egoísmo se impuso.
Buenas prácticas contra el virus
La nueva variante se identificó como B.1.1.529 y la OMS la denominó con la letra griega ómicron, pero sobre todo nos referimos a ella como la variante sudafricana del coronavirus.
Lo que debemos hacer, según las guías de buenas prácticas contra la estigmatización social asociada a una enfermedad, sea COVID-19, salud mental, VIH/SIDA, etc., es reforzar la confianza y mostrar empatía con los afectados.
Lo que no deberíamos es llevarlo al extremo e incidir en frases como El virus de África está entre nosotros (del periódico alemán Die Rheinpfalz) o publicar viñetas como la que apareció en La Tribuna de Albacete el 28 de noviembre 2021, donde un barco llamado Ómicron, con la bandera sudafricana, trae “virus negros” hacia Europa.
Porque la segregación, la desigualdad, la marginalización, conducen a la propagación de las enfermedades. La estigmatización lleva a las personas a ocultar su enfermedad por miedo, se desaniman y no adoptan comportamientos saludables, no buscan atención médica…
La clave está en una respuesta universal y solidaria, sin dividir el mundo por su lugar de procedencia y renta. ¿Por qué insistimos en algo que nos impide avanzar?
Vacunación y el cambio climático
Sin duda, la variante omicrón ha demostrado lo importante que es vacunarse. Debería ser también, una llamada de atención sobre la desigualdad en el acceso a las vacunas. Tal como afirma Ramaphosa, presidente de Sudáfrica, esto no puede continuar así.
El Consejo de Asuntos Generales de la UE anunció que a partir del 1 de febrero de 2022, las restricciones se van a enfocar en la vacunación, si una persona está o no vacunada, ha pasado la enfermedad, o la PCR negativa, en vez de el lugar de procedencia.
Con esta medida no progresamos si aún hay demasiados países sin acceso a las vacunas, donde el número de personas vacunadas es muy cercano a cero. La OMS insiste en la importancia de la inmunidad global y en proteger a los menos protegidos.
El cambio climático también es un factor de riesgo para la propagación de enfermedades infecciosas. ¡No nos olvidemos!
El aumento de la temperatura global, cambios de temperatura bruscos, fenómenos meteorológicos extremos como sequías, inundaciones, huracanes, etc. facilitan la alteración de los virus. Así como el empeoramiento de la calidad del aire que nos hace vulnerables.
Si no queremos más mutaciones, facilitemos la vacunación a los que no están vacunados y luchemos contra el cambio climático.
Si quieres pasar a la acción, ¡hazte socio!
Escrito por Andrea Mira