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Listado de la etiqueta: covid-19
Si los ciclones que azotaron Mozambique el año pasado afectaron gravemente a la la economía del país, este año llega la Covid-19 para asestar el golpe definitivo, con un confinamiento que causará estragos sin compasión.
Desde el 1 de abril, Filipe Nyusi, presidente de Mozambique, decretó una cuarentena de 30 días, restringiendo los actos públicos. Ahora esta se acaba de extender otros 30 días y el encierro se alargará hasta el próximo 30 de mayo.
Más de la mitad de los países africanos que se encuentran en cuarentena han visto imposibilitada la actividad económica en los mercados y la distribución de ayudas alimentarias en las zonas rurales.
Tan solo entre los países de África del sur, entre los cuales se encuentra Mozambique, hay 15,6 millones de personas sufriendo de inseguridad alimentaria y careciendo además de la infraestructura necesaria para soportar los resultados del calentamiento global.
Con la llegada de la Covid-19 a África se calcula que habrá unos siete millones de embarazos indeseados en las comunidades de bajos recursos debido a los nulos servicios de planificación familiar, lo que causaría una aún mayor inseguridad alimentaria para todos estos niños que nacerán a finales de este 2020.
Economía: un paso atrás
Mozambique ya dio un paso atrás con el crecimiento de su economía, pasando de un 4% a un 2,2% este año debido al coronavirus, y se prevé que el Producto Interno Bruto caiga un 10%.
La agricultura, el transporte, la manufactura, la comunicación y sobre todo la minería son solo algunos de los sectores que han quedado varados por la pandemia.
Por otro lado, el gobierno de Mozambique está tomando medidas para aliviar la crisis en el sector de la salud y ayudando a los micro, pequeños y medianos negocios.
Como Mozambique carga con una deuda del 108,8% de PIB, el Fondo Monetario Internacional aprobó la semana pasada un desembolso de 309 millones de dólares para amortiguar el efecto del coronavirus.
Poco a poco se van viendo los efectos que al final tendrá la pandemia en todo el mundo y que sin duda dejará una huella más grande en África y Mozambique.
Aunque ayuda y solidaridad hay, es primordial seguir tomando acción porque el mundo no se mueve solo, lo movemos todos.
A veces parece que no hay fronteras, que se borran entre migraciones, que los problemas son los mismos: una tierra que no produce (o produce muy poco), pobreza, una sanidad precaria… La historia de Zimbabue es un desastre anunciado.
Por eso en Mangunde, Mozambique, donde trabajamos, las noticias que llegan desde Zimbabue, su vecino tan cercano, se escuchan como si fueran propias.
Antes del virus que luego se transformaría en pandemia, el Zimbabue de 2020 ya se preveía con tintes de desastre.
A la escasez de alimentos, gas, agua potable y electricidad, ahora se suma una epidemia que hasta el momento solo alcanzó a 32 personas y provocó la muerte de cuatro de ellas, pero eso es solo lo que el sistema sanitario ha podido detectar.
Puede que los números no parezcan tan alarmantes si comparas con Europa o Estados Unidos. Lo que sucede con países como Zimbabue o Mozambique es que apenas se hacen tests y la situación puede cambiar rápidamente, y casi siempre para mal.
Preocupa más el hambre
Sequías intensas, ciclones, inundaciones… Sumadas a una extendida recesión económica y bajos índices de productividad agrícola, han dejado a más de la mitad de la población, de alrededor 16 millones de habitantes, en la inseguridad alimentaria y necesitada de asistencia humanitaria.
La crisis ha trascendido el contexto rural, históricamente desfavorecido, y ha alcanzado a unos 3 millones de habitantes en las ciudades, según Eddie Rowe, director del Programa Mundial de Alimentos en Zimbabue.
El impacto de la pandemia sobre la débil economía, donde prima el trabajo informal, está siendo devastador.
Mientras las exportaciones de productos como el tabaco, que aseguran gran parte de los ingresos del país, ya se han visto afectadas, se dificulta la importación de los alimentos necesarios.
Obtener productos básicos como azúcar o aceite para cocinar se ha vuelto cada más difícil a causa de la inflación, que en febrero alcanzó el 500%.
Panorama pesimista
Quizás lo más desalentador es que nada indica una mejoría en los próximos meses.
Según los expertos, las cosechas este año serán peores que en 2019, cuando se cubrieron menos de la mitad de las necesidades en el país, azotadas por intensos periodos de sequía y dependiente de las cada vez más impredecibles precipitaciones.
El agua subterránea apenas es una opción para el riego desde que en 2016 se secaran miles de pozos.
Además de la previsión de otra desafiante temporada seca, el acceso a semillas de calidad, fertilizantes, medicamentos veterinarios y otros insumos, que ya escaseaban por la crisis económica del país, será aún más limitado en las actuales condiciones de pandemia.
En total, la ONU ha solicitado 715 millones de dólares para atender las necesidades humanitarias de Zimbabue en 2020.
Al borde del abismo
La Covid-19 nos ha puesto a prueba a todos. Para muchos países el reto será sobrevivir a esta etapa para luego mirar con detenimiento cómo no estar constantemente al borde del abismo.
Desde su independencia en 1980, Zimbabue ha impulsado una serie de políticas para reestructurar el sector agrícola. Aunque dichas políticas no dieron los resultados esperados.
Las trabas parecen ser las mismas ya sea si se trata de un intento de diversificación productiva y aumento de exportaciones con la liberalización del mercado, o de una redistribución de las tierras, antiguamente concentradas en manos de un reducido número de granjeros.
Los altos costos de la producción, difícil de solventar para agricultores de subsistencia sin apoyo crediticio, la falta de tecnologías idóneas y un deficiente asesoramiento agrícola, siguen limitando el rendimiento productivo en suelos ya azotados por condiciones climáticas extremas.
Una política agrícola
La ayuda humanitaria es necesaria para mitigar el desastre, pero luego habrá que idear una política de gestión agrícola que piense en términos de adaptación y soberanía, que cierre las brechas de acceso y garantice la sostenibilidad de los recursos: energía, agua, suelo, semillas…
Que las noticias de mañana puedan ser peores y la incertidumbre haya protagonizado estos tres meses, es la realidad cotidiana de millones de personas en países como Zimbabue o Mozambique.
La Covid-19 es una lupa sobre las brechas globales, aunque algunas siempre han sido evidentes
Ayuda en la lucha contra su propagación y consecuencias en azadaverde.org/coronavirus.
El primer caso confirmado de Covid-19 en Sudáfrica fue anunciado el 5 de marzo de 2020. Un hombre de 28 años que había viajado a Italia junto a su mujer. Diez días después se declaró el estado nacional de desastre: medidas restrictivas en los viajes, cierre de colegios y posteriormente el bloqueo nacional.
Sudáfrica y Egipto son los países a la cabeza en número de contagios, con 4.361 casos confirmados en Sudáfrica a 26 de abril de 2020. Las cifras mucho más bajas de otros países del continente se miran con recelo, dada la baja capacidad de estos para la detección de casos.
Sudáfrica se encuentra entre los tres primeros países con más Producto Interior Bruto del continente africano. Fronterizo a este encontramos Namibia, Botsuana, Zimbabue y Mozambique. Países con un nivel de pobreza y desigualdad muy superiores.
A los actores y organizaciones principales que trabajamos en estos países nos preocupa el ascenso de contagios en estas zonas, con poca capacidad de realizar test masivos, una población viviendo en la pobreza extrema y un sistema sanitario precario. Las perspectivas no son buenas.
Impacto de las medidas
Sudáfrica ya ha anunciado la relajación de las medidas restrictivas a partir del 1 de mayo por una razón clara y principal: el aumento de la pobreza en los hogares y la necesidad de la reactivación de la economía.
En otros países de África, los más pobres, se habla de “salvar vidas o modos de vida”, apuntando al escenario de que salvar a la población del Covid-19 abre la posibilidad de verlos morir de hambre.
Informes señalan la posibilidad de que un mayor número de personas muera a causa del impacto económico que a causa del virus en sí.
Las dificultades de control de propagación y un sistema inestable dificultan la superación del Covid-19 en muchos países de África, sin agua corriente para poder aplicar las medidas de higiene, con un confinamiento que podría llevar al desastre y un sistema sanitario sin apenas camas de UCI.
Por ello, nosotros creemos en la necesidad de colaborar en la promoción y empoderamiento de países como Mozambique, para que se pueda reforzar su sistema, la economía de sus hogares, y para que el futuro les depare más posibilidades de gestionar situaciones de emergencia.
Todo ello, a través de la educación, el acceso al agua y la soberanía alimentaria.
Mientras el COVID-19 avanza (2 millones de afectados en todo el mundo y casi 19.000 en África), la economía cae y retrocede, desembocando en una segura e inevitable recesión mundial. El presidente de la OMS ha dicho que África debe prepararse para lo peor: la hambruna y la desnutrición.
Muchas familias viven del día a día y son familias grandes, hablamos de más de una docena de personas por unidad familiar.
Más del 80% de la población africana se sustenta diariamente con el trabajo ‘informal’, los empleos que no están regulados por el gobierno, que no cuentan con seguridad social, con salarios bajos e incluso trabajo infantil.
La economía sumergida representa aproximadamente el 41% del PIB y el 72% del empleo total de la África subsahariana.
Frente al Covid-19
256 millones de personas en el continente africano (de un total de unos 1.250, o sea 1 de cada 5 africanos) pasan hambre, según el último informe de la ONU. Esto significa que el 20% de la población africana es ya de entrada muy vulnerable al Covid-19.
Para garantizar la alimentación de personas sin recursos en Namibia, Botsuana y Angola, el Programa Mundial de Alimentos había gestionado 413 millones de euros para estos próximos 3 meses.
Ruanda reparte alimento entre los más necesitados, aunque tiene sus propias dudas sobre la sostenibilidad de este desafío.
Uno de los efectos de la recesión son los bajos precios del petróleo que afectan a países como Mozambique, Argelia, Nigeria o Angola, que han registrado pérdidas de aproximadamente 65 millones de dólares por esta razón.
En contraste…
En algunos de los países menos pobres se han decretado cuarentenas obligatorias y han tratado de disminuir la magnitud de la recesión económica liberando grandes cantidades de dinero, mientras en África subsahariana la economía, endeble y endeudada, ni siquiera da para ello.
Varios países han implementado el cierre de fronteras, sin embargo, si esta acción se gestiona indebidamente podría afectar a la seguridad alimentaria de varios países.
De acuerdo con el subdirector de la FAO, la mayor parte de los países africanos consume al menos un producto calórico que proviene de otro país, dependiendo así del comercio exterior de productos como café, cacao, aceite… y afectando directamente a su economía.
La realidad de Mozambique
Lamentablemente para Mozambique, que había incrementado su crecimiento económico de 1994 al 2014 en un 6%, la pandemia significa un frenazo inasumible.
Maputo, la capital, lleva una ventaja en comparación con los demás estados de Mozambique: concentra más de un tercio del PIB del país.
La agricultura de Mozambique da de comer al 80% de la población activa, con el maíz, el arroz o los frijoles, entre sus principales alimentos producidos.
Una desventaja en la que se encuentra la agricultura mozambiqueña es la falta de almacenamiento, manipulación y procesado, que ocasiona una pérdida aproximada del 30% de las cosechas.
En definitiva, Mozambique se encuentra en gran desventaja, por lo que es fundamental actuar de forma inmediata.
Como sabes, en Azada Verde potenciamos y apostamos por una soberanía alimentaria que empodere la capacidad agricultora de la población rural del centro de Mozambique, y tú puedes aportar tu granito de arena, evitando así que el coronavirus acabe causando hambruna y desnutrición.
Desde el inicio de la pandemia por coronavirus, son muchas las muestras de agradecimiento y apoyo que ha recibido el personal sanitario por ser ell@s los pilares de nuestra sanidad y porque forman la primera línea de defensa en la batalla contra el Covid-19.
Por su sacrificio, por su compromiso incondicional, por su vocación y sus valores… el agradecimiento y el respeto es unánime. Nos da mucha tranquilidad saber que podemos contar con ellos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha querido resaltar este año el importante trabajo que realizan los profesionales de la enfermería y partería, aportando junto con las organizaciones asociadas, informes que manifiestan la falta del apoyo necesario para salvaguardar la salud del mundo.
A pesar de que actualmente contamos con alrededor de 28 millones de profesionales entre el personal sanitario de todo el mundo, sigue habiendo un déficit mundial de 5,9 millones de profesionales, y la mayoría en países de África, sudeste asiático, zonas del Mediterráneo Oriental y partes de América Latina.
El informe presentado por la OMS, el Consejo Internacional de Enfermeras (CIE) y la campaña Nursing Now, pone de relieve que el 80% del personal de enfermería del mundo trabaja solo para la mitad de la población mundial, porque uno de cada ocho de estos profesionales ejerce en un país distinto al país en el que nació o se formó.
¿Qué quiere decir esto? Que los países menos desarrollados, como Mozambique, donde trabajamos, no cuentan con los servicios esenciales. Entonces ¿cómo van a combatir el Covid-19, además de la malaria, el VIH, etc? No pueden.
Fuga de cerebros
Es preocupante y nos lleva a reflexiones como el artículo que publica el periódico británico Financial Times sobre los médicos de África que salvan vidas británicas.
La periodista de origen sudanés, Zeinab Badawi, recuerda, a raíz de la muerte de su primo, Adil El Tayar, el primer médico muerto en Gran Bretaña por Covid-19, el problema que tienen los países menos acomodados con la fuga de cerebros en su sanidad.
Plantea cuestiones que no tienen respuesta fácil: si es justo que los médicos que han estudiado en países como Sudán a un costo elevado, terminen trabajando permanentemente en países más ricos, y qué recompensa puede haber para sus países de origen.
Añade que el Reino Unido emplea a más de 66.000 médicos principalmente de países de ingresos bajos y medianos además de reclutar activamente personal de enfermería.
Podríamos pensar que la solución sería volver a su país de origen, pero no es ese el remedio. En un mundo globalizado hay muchas opciones y los profesionales importados sirven a las comunidades donde ejercen, independientemente de la etnia, el color o la fe de sus pacientes.
Situación del personal clínico
Lo que reclama la periodista es más implicación por parte de los gobiernos y más empatía con los países más vulnerables. La justificada preocupación por la pandemia en nuestros países no debe hacernos más introvertidos y solitarios. Más allá de nuestro territorio hay personas que nos necesitan.
Si atendemos al informe final SARA (Service Availability and Readiness Assessment), realizado por el Instituto Nacional de Salud de Mozambique en colaboración con la OMS y el gobierno de Canadá, podemos observar con claridad la falta de profesionales sanitarios, a nivel general y no solo de enfermería, en todo el territorio nacional.
La proporción de profesionales de la salud es de 6 por cada 10.000 habitantes. Ni qué decir tiene la elevada carga de trabajo de estos.
La correspondencia con respecto a la población es baja teniendo en cuenta el valor de referencia establecido por la OMS, y la falta de infraestructuras sorprende aún más.
La infraestructura mozambiqueña
El promedio de centros sanitarios es de 0,57 (menos de uno) por cada 10.000 habitantes, con desequilibrios territoriales y sociales y sin tener en cuenta los indicadores de acceso (las barreras geográficas, tiempo de viaje y comportamiento de las personas, entre otros).
En los centros hospitalarios, la proporción de camas es de 5 por cada 10.000 habitantes, y la proporción de camas de maternidad es de 5 por cada 1.000 mujeres embarazadas.
Del total de unidades sanitarias contabilizadas (1.651 registradas en la base de datos del sector público), llaman la atención los porcentajes de centros sin servicios básicos como electricidad o agua:
- el 19% no tienen electricidad
- el 12% no tienen agua dentro o en las instalaciones
- el 45% no tienen baños para los trabajadores
- el 17% no tienen baños para los pacientes
Estadísticas desalentadores y datos poco esperanzadores para los habitantes de este país, especialmente para las familias que viven en el medio rural. Enfrentarse así a una emergencia sanitaria que desencadena una emergencia alimentaria y económica es impensable.
¡Apoya nuestras acciones contra el Covid-19 y la emergencia alimentaria! Aseguras la supervivencia de estas familias.
Higiene y virus, unidos y al mismo tiempo tan separados en África. El coronavirus llegó y está afectando a ricos y pobres sin distinción, por eso, la OMS se empeña en recalcar la importancia del agua y sobre todo del indispensable lavado de manos.
Pero… ¿África y, sobre todo Mozambique, tienen el acceso al agua necesario para pararle los pies al coronavirus?
En África se encuentran 19 de los 25 países con menos acceso al agua del mundo. En general, África Subsahariana por ejemplo, cuenta con menos del 60% de cobertura. Y esto sin contar si el agua es potable o no, algo fundamental.
La gran desigualdad del continente africano se debe en gran parte a Sudáfrica, donde se encuentran más de la mitad de las presas de toda África Subsahariana.
No solo coronavirus
Debido a una falta de saneamiento del agua, las personas entran en riesgo de contraer infecciones por exposición a patógenos o por heces, que luego pueden desencadenar en infecciones como el cólera o el Covid-19, con los niños como los más vulnerables.
No estamos diciendo que no haya agua en absoluto, sino que para algunas comunidades, ésta puede estar muy lejos y además puede no ser potable, cosa que solo se consigue con plantas de tratamiento, que a la vez resultan muy caras.
Existe una gran desigualdad de cobertura en cuanto acceso al agua en África: mientras las zonas urbanas cuentan con un 64% de acceso, en las rurales el porcentaje es de solo un 17%.
Sin agua en el medio rural
En cuanto al saneamiento mejorado (el que higiénicamente imposibilita el contacto entre la heces y los humanos), sólo el 24% de la población mozambiqueña tiene acceso a esta y el resto (76%) no. Este dato negativo sube en zonas rurales hasta el 88% y en las urbanas un 53%.
Existe también un contraste muy marcado entre las provincias del norte y las del sur: en Maputo (sur), un 87,1% tiene acceso a agua potable y un 70,1% a un saneamiento mejorado. En cambio, en el norte, como en Zambézia, solo un 30% tiene acceso a agua segura y solo un 13% a un saneamiento mejorado.
Algunas mejoras: de 1990 a 2015 hubo un gran descenso de personas sin acceso al agua, cuyo porcentaje bajó de un 65% a un 49%.
En conclusión. Esperemos que el coronavirus no se expanda mucho por Mozambique porque como vemos, no hay recursos hídricos suficientes para librar una lucha con garantías.
TÚ puedes ayudar a frenar la propagación del virus y contrarrestar los efectos de la enfermedad ayudando con la emergencia. GRACIAS.
A pesar de las dificultades que suma el Covid-19, no perdemos la ilusión e ¡incrementamos nuestros esfuerzos y seguimos en la lucha con más bici-bombas!
No nos podemos echar atrás, así que ¡lo prometido es deuda! Más bici-bombas de agua para las familias rurales mozambiqueñas para que puedan iniciar la campaña de hortalizas y combatir el hambre de los meses de la temporada seca.
¡Qué gran ilusión recibir una bici! ¿Verdad? Para hacer deporte, para moverte, etc. Pues… Imaginad la ilusión de una familia entera cuya alimentación depende de ello. La felicidad se multiplica exponencialmente, es decir, su bienestar aumenta cada vez que superan el desafío de luchar para producir su propio alimento, su soberanía alimentaria.
Para ayudarles, estamos preparando otras 17 bici-bombas más, lo que suma un total de 25 con las 8 que ya tenemos hechas, y se repartirán entre Mangunde, 15, y Estaquinha, las otras 10 restantes, donde desde este año estamos también presentes con un taller.
Mayor estabilidad alimentaria
De esta manera, tras la cosecha del maíz, podrán plantar sus hortalizas y así conseguir una alimentación más variada, alternando los cultivos y garantizándose una mayor estabilidad alimentaria.
Nuestros técnicos están trabajando para que las familias puedan contar con ellas y tener agua a partir de mayo, que es cuando empieza la época seca.
Actualmente, el personal técnico encargado del montaje, instalación y mantenimiento de vuestras bici-bombas lo forman Luis y Felipe en Mangunde, y Filimone y Sete en Estaquinha, pero nuestro deseo es que pronto podamos contar también con técnicas en el equipo y así empezar lo antes posible a formar a mujeres.
Una vez instaladas las bici-bombas, los cuatro técnicos visitan todos los meses de la campaña a las familias para apoyarlas a nivel técnico en temas agrícolas, a la vez que les apoyan con su conocimiento y recogen datos de la evolución de la campaña.
Nosotros queremos estar a su lado pero sin vuestra ayuda no lo vamos a conseguir.
El Covid-19 ya está en Mozambique. Desde que la pandemia fuera declarada en España, a la zaga de Italia, y después seguida por otros países de la Unión Europea, empezamos a vivir la pesadilla del confinamiento y el miedo por su posible propagación en el continente africano y países en vías de desarrollo.
Mozambique tiene un nivel de calidad de vida bajo respecto a otros países: depende del sector agrícola, tiene un escaso desarrollo industrial y presenta problemas socioeconómicos.
El PIB per cápita es un muy buen indicador del nivel de vida y en el caso de Mozambique está en la parte final de la tabla mundial, en el puesto 189 (¡de 196!). O sea podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos mucho que hablamos del octavo país más pobre del mundo.
El llamado “capitalismo extractivo”, modelo económico presente en Mozambique, resulta ser, según las mediciones de riqueza de esta filosofía monetaria, la gran esperanza del país para mejorar su puesto en el ranking del PIB.
Pero la realidad es que no ha sido así. Ha generado lo que, en el lenguaje del Desarrollo, ha sido catalogado como “la maldición de los recursos naturales”:
- El subsuelo de Mozambique es rico en minerales metálicos y no metálicos, pero sólo el carbón y la sal se explotan en cantidades apreciables.
- Los recursos pesqueros son importantes (langostinos y camarones) y representan la principal fuente de divisas.
- Los cultivos orientados a la exportación son las nueces, té, caña de azúcar y algodón.
- La mayor parte de la producción agrícola se debe a pequeñas explotaciones familiares, que producen las principales cosechas de maíz, mandioca, fríjol, arroz, verduras y aceite vegetal de cacahuete, sésamo, y semillas de girasol.
Una desigualdad brutal
Desde la proclamación de su independencia en 1975, Mozambique se ha convertido es un país con una legislación bastante evolucionada a nivel democrático y teórico.
Sin embargo, socialmente, prevalecen prácticas que mantienen una desigualdad brutal en todos los aspectos, sobre todo en el de género, cuestión que choca con el hecho de ser uno de los países con más mujeres incorporadas a la vida civil.
Y mientras en ciudades como Maputo se pueden ver automóviles y restaurantes de lujo, la mayor parte del país se desenvuelve en un caos donde el acondicionamiento y las infraestructuras brillan por su ausencia. Se sobrevive en construcciones de paja y latón y el acceso al agua resulta una tarea penosa.
Además todo se agravó en 2019 cuando las infraestructuras fueron arrasadas por el ciclón Idai: casas, caminos y puentes quedaron en ruinas y las tierras agrícolas inservibles.
Todo sumado supone un evidente caldo de cultivo para que los servicios públicos básicos como la sanidad y la educación resulten tremendamente deficientes.
Asignaturas pendientes
La mejora de la educación, la lucha contra la desnutrición infantil y la garantía de servicios de salud dignos en zonas rurales y urbanas siguen siendo la asignatura pendiente para un país con recursos propios que sortea sus deficiencias con la ayuda de otros países donantes y la intervención de las ONG.
Aunque en el momento de escribir este artículo no hay ningún caso de muerte por coronavirus, se han restringido los accesos desde el exterior y se ha recomendado a la población exponerse lo menos posible.
Esta práctica resulta complicada en el caso de familias rurales que comparten el uso de pozos o se tienen que trasladar en pequeños autobuses donde la masificación es inevitable.
Solo cabe esperar que la pandemia no se cebe con esta y otras poblaciones del continente para no empeorar aún más los problemas crónicos que ya de por sí sufren desde siempre.
Miedo al desastre
Dicen que la perplejidad es la semilla del pensamiento. Aquí andamos perplejos en este apocalipsis con tintes de una de las siete plagas.
Esta perplejidad lleva a cuestionarse en qué empleábamos el tiempo, la destrucción del planeta, el vacío de los minutos en que dejamos correr los días…
Andamos cuestionando nuestro modelo de vida, en la esperanza, tal vez, de hacer fecunda esta perplejidad. Así, se especula con un orden institucional que nos permita una existencia más respetuosa con el medio ambiente, con los demás…
¿Es solo al orden institucional al que debemos confiar este cambio vital? Se habla del individualismo capitalista, del asfixiante control de las administraciones más colectivistas, de si es necesaria una ley aquí y otra ley allá que evite los desastres…
El desastre. Ese es el miedo que sostiene esta perplejidad occidental. En lugares como Mangunde, donde el día a día es una sucesión de tareas ingratas y desabastecimiento, no hay tiempo para la perplejidad.
El umbral de dolor que tanto ocupa a profesionales de la medicina y la psicología en Occidente (tal vez para trivializar o relativizar el sufrimiento ajeno a fin de descargarnos del peso que la tan cacareada empatía nos impone), es equiparable al umbral del miedo.
Siendo este umbral una medida de la percepción personal, aquí estamos todos en el 0’0, sin duda, espantados como una mosca en la contraventana.
Con el miedo en el ADN
En Mozambique, el miedo, por ser constante, no resulta más llevadero. Son generaciones las que crecen con él en el ADN, el mismo ADN que les hace valientes y activos para solucionar problemas.
En la película El niño que domó el viento de Chiwetel Ejiofor, hay una magnífica alegoría de todo esto. Fueron sus propios recursos e ingenio lo que les ayudó a cambiar las cosas, una esperanza de mejora de ese día a día para el sustento básico, el que, una vez cubierto, te deja espacio para la perplejidad existencial.
Mozambique, formado por gente luchadora que ha pasado grandes penurias y mira la vida con optimismo, fuerte por dentro y alegre por fuera, ya fue bautizado por Vasco de Gama como a terra da boa gente.
No es errático preguntarse si es esta cualidad la que sostiene a este pueblo de tantas calamidades. Y cabe pensar, por supuesto, que ese carácter abierto a la alegría y la esperanza les ayudará también en esta travesía que muchos europeos y occidentales vivimos como un apocalipsis.